Cuando los titulares periodísticos comienzan por asignar a Batasuna la formación de un nuevo partido que acate la llamada ad hoc "ley de partidos políticos" ya se comienza por hacer un juicio de valor peyorativo. La formación,esta que ahora presenta sus estatutos, debe ser --única y exclusivamente-- analizada y aprobada,si es el caso o su contrario, por los jueces; a estos y sólo a estos les compete en un estado de derecho el convalidar y dar su aprobación a la implantación de un partido político. Y es,y será, a los ciudadanos en las urnas refrendar,validar y dar o quitar poder político en las elecciones. Todo lo demas son florituras,y ademas, de baja estopa moral. Sacar a relucir la sangre de los mil muertos es hacer un flaco favor a las mismas victimas. Victimas inocentes que se merecen un respeto. Pero aun mayor lo merecen las otras mil victimas que siguen hoy vivas si entre todos somos capaces de encauzar el radicalismo separatista por las vias del entendimiento político.
El nacionalismo españolista,rancio y vengativo,está bien para gentes de bajo calado moral y de mínima catadura democrática. Suelen ser gentes que solo son capaces de ver el mal en los otros sin percatarse que su altura moral los equipara con la de los propios terroristas cuyo respeto hacia los demas raya toda bajeza humana, y el desprecio por la vida humana resulta intolerable para cualquier persona de bien.
Nada hay mas importante que la vida humana pero esta deja de ser auténtica también si no se hace en libertad .
Argumentar contra el nacimiento de una formación política desde el odio y el rencor solo muestra la vacuidad social en la cual nos desenvolvemos; el desprecio de la voz del otro solo sirve para imponer como única y válida la nuestra bajo el imperio sórdido de la demagogia. Una demagogia dañina que va en contra de cualquier principio moral;principios que todos como personas sociales deberíamos contener,respetar y atesorar.
El estado de derecho que nos hemos dotado,en España,contiene abundantes leyes capaces de hacer cumplir aquel; es cierto que en ocasiones ha sido la inoperancia política la que ha impedido que aquella se impusiera con cierta contundencia pero esto no debe ser óbice para que ahora se pretenda que sean posicionamientos políticos,e incluso personales,los que se sobrepongan sobre el ejercicio libre de las propias leyes,sus jueces y sus determinaciones.
Reclamar desde la vocinglera tribuna al Gobierno que ampare a la sociedad española de la oficialidad de un nuevo partido es cuando menos esperpéntico sobre todo si aquellas voces se proclaman defensoras de la libertad,la paz o la democracia. Claro que también hay quien escribe estos tres conceptos con mayúscula. Para estos últimos,entre los que me incluyo,respetaremos cualquier formación política que sea avalada por las leyes y luego refrendado por las elecciones. Libres,iguales y democráticas.
Al fin y al cabo todavía somos capaces de discernir lo que somos o lo que pretendemos ser en esta vida. Por cierto,bastante corta.
El nacionalismo españolista,rancio y vengativo,está bien para gentes de bajo calado moral y de mínima catadura democrática. Suelen ser gentes que solo son capaces de ver el mal en los otros sin percatarse que su altura moral los equipara con la de los propios terroristas cuyo respeto hacia los demas raya toda bajeza humana, y el desprecio por la vida humana resulta intolerable para cualquier persona de bien.
Nada hay mas importante que la vida humana pero esta deja de ser auténtica también si no se hace en libertad .
Argumentar contra el nacimiento de una formación política desde el odio y el rencor solo muestra la vacuidad social en la cual nos desenvolvemos; el desprecio de la voz del otro solo sirve para imponer como única y válida la nuestra bajo el imperio sórdido de la demagogia. Una demagogia dañina que va en contra de cualquier principio moral;principios que todos como personas sociales deberíamos contener,respetar y atesorar.
El estado de derecho que nos hemos dotado,en España,contiene abundantes leyes capaces de hacer cumplir aquel; es cierto que en ocasiones ha sido la inoperancia política la que ha impedido que aquella se impusiera con cierta contundencia pero esto no debe ser óbice para que ahora se pretenda que sean posicionamientos políticos,e incluso personales,los que se sobrepongan sobre el ejercicio libre de las propias leyes,sus jueces y sus determinaciones.
Reclamar desde la vocinglera tribuna al Gobierno que ampare a la sociedad española de la oficialidad de un nuevo partido es cuando menos esperpéntico sobre todo si aquellas voces se proclaman defensoras de la libertad,la paz o la democracia. Claro que también hay quien escribe estos tres conceptos con mayúscula. Para estos últimos,entre los que me incluyo,respetaremos cualquier formación política que sea avalada por las leyes y luego refrendado por las elecciones. Libres,iguales y democráticas.
Al fin y al cabo todavía somos capaces de discernir lo que somos o lo que pretendemos ser en esta vida. Por cierto,bastante corta.
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