Todo se sabe. Esta máxima escuchada hasta la saciedad por todos nosotros cobra con la revelación de los documentos hechos por Wikileaks una profunda realidad; hasta ahora dábamos por hecho que las maniobras entre bastidores de los políticos,jueces o diplomáticos permanecian en el anónimato o en último caso eran patrimonio de los silencios personales dada su función,pero ahora sabemos que nada de esto es cierto y que lo que uno diga es recogido,comunicado y guardado,imprudentemente,como se puede comprobar, y salir a la luz pública en cuanto alguién accione un simple clic. Con ser grave esto de los cuchicheos,conversaciones presiones y demás parafernalia,lo más de lo más, es la ligereza con que el mayor gobierno del mundo mundial es capaz de guardar sus secretos. Me hace pensar en los Simpsom.
La primera lectura que me hago es que esto tiene que hacer reflexionar a mas de uno sobre el papel que desempeña en el ejercicio de sus funciones; sean estos políticos,jueces o diplomáticos; a la larga esto es lo que debe primar sobre las revelaciones. Y compele a la opinión pública ejercer la sufciente presión para que esos comportamientos que rayan el código penal no se vuelvan a producir. En el caso de España,tanto la Administración de Justicia en su conjunto como la clase política, deberían mirarse hacia dentro de sí misma para que la propia e íntima verguenza de sus actitudes les mueva a una profunda catarsis de su actividad.
Y no es que ignoremos las componendas de sus practicas,que las entrevemos,las padecemos y las solemos comentar,sino que además ya es hora de que lo público esté por encima de comportamientos viles,cuando no torticeros y extremadamente anómalos.
Hoy se reclama confianza para el sistema económico;pero esta confianza también debe ser ganada,con los hechos,por los demas integrantes del aparato del Estado en su conjunto. Y es que sino esto se va al garete; bueno algunos ya olemos la putrefacción desde hace tiempo.
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